Por estos días se han casado dos amigos. Por estos días he asistido a dos bodas. La verdad es que ha sido una especie de reconciliación con este célebre e inexorable rito en el que todos debemos participar, en general, varias veces en la vida. En mi caso he participado en varias bodas, incluso en la mía. Pero, como digo, ha sido una verdadera reconciliación, porque la experiencia en varias bodas anteriores fue algo dura. En pocas palabras, muchas veces, me sentí participando de una fiesta que ocurre en la torta; o sea, así como hay novio y novia en la torta, muy ñoñamente dispuestos en ese paraíso merengue, así también los invitados pasaron a ser una suerte de corte de la puesta en escena. Ni hablar de la "figuración" social que en los matrimonios resulta ser casi el laboratorio perfecto para que Pierre Bourdieu demuestre su théorie de l'action; pues, ocurre un verdadero desfile de princesitas, reinitas, alguna que otra momia y, por cierto, putitas, todas ellas, bien sure, acompañadas de sus machos, en gracia o desgracia. En medio de ese horror me vi envuelto muchas veces. Comiendo cosas raras y malas, escuchando un salpicón de música de mierda, lo más malo de lo malo (de aserejé a regueton -no sé como se escribe y no quiero saber-), viendo bailar a muchas novias plebeyas un desabrido vals, el ritmo más noble de la historia, presenciando la histeria idiota de féminas por conseguir un ramo, etc... podría seguir y quedo corto.
Lo bueno es que a muchas bodas NO me han invitado. Es curioso porque tal vez cierta gente ha pensado en que me sentí mal por no recibir el parte, pero la verdad es que me dieron la mayor bendición y alegría con ello.
Las dos bodas de mis amigos. Uno católico y el otro musulmán, me sonaron a fiestas auténticas, sobrias, donde ritualmente se dijo justo lo que se debía decir, sin barroco, ni exageraciones. En ambas, sentí que hubo emociones, no sensiblería, esa expresividad que resulta ser el lenguaje del alma. Emociones que coincidentemente en ambas bodas redundaron en alegría y pena, por la sangre, el sudor y las lágrimas.
Felicidades queridos amigos! y gracias por invitarme a fiestas de VERDAD.
Post scriptum: en ambas bodas la música fue respetada, puesta en un altar, como debiera ser siempre.
6 comentarios:
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eternamente:
siento lo mismo que tú, no te vi más y probablemente no te vea más, pero eres un fragmento esencial de mi mémoire... saludos
como estás, puedes resumir para mi algo, cuentame de Martin se parece al Sebastian...saludos
Sí, es difícil encontrar bodas sobriamente sentidas. A mi me gustan las bodas, pero la verdad, tampoco he ido a muchas. Hace poco un amigo iraki-americano, católico tradicional, se casó en Canada. Debo decir que fue sobrecogedora. Quizás parecida a las que te toco asistir ahora último. Un abrazo a la distancia.
Las bodas en sí, poco y nada me gustan. También he asistido a un par de casamientos de los más variados tipos y/o características. Y créeme, amigo Villano, no hay ninguno que se compare a los que ví en el campo, con mis primos y primas mayores: una semana tomando y comiendo como si se fuera a acabar el mundo, música todo el día (siendo la "ranchera" la reina de todas las melodías), caballos pa salir a hueviar por ahí, pichangas interminables, etc., etc.
Una mención especial tiene mi propio matrimonio: tras el civil nos fuimos con un grupo de amigos y familiares al depto. que arrendábamos y nos pusimos a bailar mientras mis vecinas hacían el aseo a sus casas. Ah!, y en vez de vals, nos abrazamos para bailar el "Basta de llamarme así" de los Fabulosos Cadillac's.
Muchos saludos, amigo Villano.
Yo me casé y creo que no abarrocamos el cuento e intentamos hacer algo a nuestra pinta, pero pagué el noviciado con algunos detalles que me gustaría reparar en una segunda fiesta de bodas. Claro que conociendo a mi señora y conociendo a mis amigos lo mejor es que a ella no la invite...
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