martes, julio 01, 2008

Bicentenario


(Esta es la columna que escribi en la página 519 y 520 del Libro que aparece más arriba. Es sólo una opinión. No una mirada "sabia" de "historiador" frente al Bicentenario. Tengo clarito que el Cronista de la O' o Pisanlov, o mis contertulias cortesanas: Aspacia de Mileto, Aldonza Lorenzo o la mismisima Teresa Wilms Montt, además de la geográficamente distante Polaf, podrían haber dicho cosas más sabias y certeras. Esto es lo que me salio a mi)

Bicentenario y memoria

Patricio Zamora
Universidad Andrés Bello

Plantearse históricamente frente al bicentenario, representa, en cierto
grado, una impostura. Sobre todo, si situamos esta categoría conceptual
en el marco de las formas en que hoy se “hace la Historia” (pensamos
en las perspectivas aportadas por historiadores como Peter Burke, Eric
Hobsbawm y Roger Chartier, entre otros). Bicentenario es una suerte de
emblema utilizado por la cultura oficial (estatal), a fin de hacer significar a
la sociedad chilena, a través de mecanismos persuasivos, lo pertinente que
resulta para la trascendencia de los valores patrios y de la identidad nacional
la celebración de este hito de “nuestra historia”: los doscientos años de
la independencia. Ahora bien, es lícito preguntarse, ¿qué es hoy “nuestra
historia”?, está claro que no es la misma en la que pensaba Diego Barros
Arana, Francisco Encina, Alberto Edwards o Gonzalo Vial.
Cada vez más el concepto de “nuestra historia” se ha ido ampliando a
distintos horizontes temáticos que han sumado a la historia de los acontecimientos
(la historia concebida sólo desde al ámbito político-institucional
y militar) las otras historias, aquéllas que recogen las voces de la
tropa, del campesinado, de la mina, de las mujeres, de los niños, en fin,
de un sinnúmero de sujetos que igualmente constituyen planos de aquella
historicidad. También “nuestra historia” ha sido enriquecida con temas
asociados con las mentalidades y las sensibilidades colectivas, aquí, existen
estudios iniciales, aunque notables, en relación con la muerte (Marco
León), la vida privada (Rafael Sagredo, Cristián Gazmuri, Eduardo Cavieres),
la sexualidad (Eduardo Cavieres, Álvaro Góngora), la vestimenta
(Isabel Cruz), la ritualidad del poder (Jaime Valenzuela M.), los niños y
los populares (Gabriel Salazar), la música (Juan Pablo González y Claudio
Rolle) y otros.

Por ello, que a la hora de conmemorar, se debe ser muy cuidadoso,
sobre todo si es a la Historia a quien se invoca. No es ningún misterio
que existen varios tipos de memoria y de estados de la memoria. La memoria
oficial, colectiva, pública, privada, amnésica, oficial, colectiva, etc.
La memoria en Chile es más bien oficial. Se ha “decretado” en distintas
etapas de nuestra historia. La forma como se ha educado a generaciones
y generaciones de niños y jóvenes en nuestras aulas escolares, en materia
de “memoria patria” ha estado al límite del adoctrinamiento “patriotero”
y simplón. Ni hablar de los períodos militarizados. No olvidemos que aquí
los monumentos son obras públicas, o sea, lo más genuino de la recordación
de las sociedades: el monumento (del latín moneo = advertir) se
decreta. Por lo tanto, siempre existe el peligro que una conmemoración
no sea más que una instrumentalización de una efeméride, cosa muy común
en un país forjado como nación por su matriz estatal. Por lo mismo,
debemos cuidarnos de los claroscuros de una historiografía anclada en
el discurso escrito, en el pasado de crónica. Debemos cuidarnos para no
convertirnos en otro “pueblo sin historia”, al despreciar los otros caminos
–la oralidad, por ejemplo– que de igual manera constituyen la historicidad
de una sociedad.

Pensamos, sin embargo, que este bicentenario puede ser una oportunidad
para que la sociedad chilena comience a construir Su memoria histórica.
No a seguir rezando la memoria que el Estado le ha dictado desde sus
primeros años. Doscientos años es una edad suficiente como para saber
quien se es y quien se fue.

Si asumimos que la multiplicidad de aportes que la historiografía ha
hecho a la re-escritura de una historia de Chile más integral y amplia, ha
generado unas perspectivas de nuestro pasado, notablemente más ricas,
que el de hace cincuenta años, también debemos asumir que la definición
y la valoración del bicentenario debe, también, renovarse. Y es en esta
renovación donde vemos interesantes posibilidades en vista de ir construyendo
una verdadera memoria histórica nacional, basada en la complejidad
de los sujetos y los procesos históricos, y ya no en la caricatura de lo
que fuimos, en el reduccionismo de la efeméride, en el chauvinismo militar,
en los imaginarios heroicos (Bernardo O’Higgins, Arturo Prat, Diego
Portales, José Manuel Balmaceda, Salvador Allende, Augusto Pinochet) en
el pedestre ordenamiento donde una sociedad histórica se encuentra atrapada
en períodos presidenciales (decenios, quinquenios, alianzas, frentes,
unidades, dictaduras, concertaciones). Esta renovación, en definitiva, pasa
a través de cómo esta sociedad compleja, se emancipa del vértice político
y asume su propia naturaleza compleja a la hora de definirse, de comprenderse
y de recordar Su pasado.

6 comentarios:

Dulcinea dijo...

Ya sabe ud que es lo que opino de su pluma, a veces demasiado sutil y otras con un filo que sorprendente. Tuve el placer de leer su artículo cuando recién lo había terminado y ya ud sabe... verdad?
Me gusta mucho como escribes y sabes que tengo tooooooda una teoría al respecto, ya verás que tengo razón. Nada más que decir.
_e _m_.

Dulcinea dijo...

Ya sabe ud que es lo que opino de su pluma, a veces demasiado sutil y otras con un filo que sorprendente. Tuve el placer de leer su artículo cuando recién lo había terminado y ya ud sabe... verdad?
Me gusta mucho como escribes y sabes que tengo tooooooda una teoría al respecto, ya verás que tengo razón. Nada más que decir.
_e _m_.

cinodo dijo...

una cosa es su pluma a que no le temo tanto, otras su silencio que lo dice todo...a eso si le temo.

El cronista de la O' dijo...

Gracias por el reconocimiento, pero, humildemente, no sé si podría teorizar como tú lo haces. Menos en temas tan complejos como el "Bicentenario".

En todo caso, y sin ninguna pretensión de abanderizarme, recuerdo a L.E. Recabarren, cuando en el Centenario señalaba: "No tenemos nada que celebrar". Las desigualdades, por ejemplo, me asquean... sobre todo en mi espacio, la educación.

No te dejo Villano de leer. Hace falta la mirada de personas como tú a nuestro devenir... a veces tan superficial... (por decirlo de algún modo).

POLAF dijo...

Al igual que Cronista, gracias por el reconocimiento, pero yo no podría haber dicho algo mejor que esto:

"y ya no en la caricatura de lo
que fuimos, en el reduccionismo de la efeméride, en el chauvinismo militar, en los imaginarios heroicos (Bernardo O’Higgins, Arturo Prat, Diego Portales, José Manuel Balmaceda, Salvador Allende, Augusto Pinochet) en
el pedestre ordenamiento donde una sociedad histórica se encuentra atrapada en períodos presidenciales (decenios, quinquenios, alianzas, frentes, unidades, dictaduras, concertaciones)."

Texto conciso y preciso. Como me gustan. Muy bien escrito.

Un abrazo geográficamente distante
PD: Sigo la huella de la imagen.

Teresa Wilms Montt dijo...

Estimado, muchas gracias por la alusión. De cualquier forma, dudo que hubiera podido desarrollar con tanta lucidez una perspectiva sobre el bice.

Quizás porque coincido contigo en esta artificialidad de la celebración, un poco forzada, otro poco instrumentalizada.

Un abrazo